En las inconsistencias, apoyarse. Carbónicos, poliedros y gofrados, pone en escena una parte de un intenso trabajo colectivo llevado a cabo por estos dos artistas, quienes desde hace más de un año se reúnen metódicamente una vez por semana para charlar acerca de sus producciones, para activar proyectos, para intercambiar ideas, información, hallazgos, gustos.
Sus obras establecieron la conexión inicial, no tenían amistad previa, ni siquiera se conocían, aunque ambos habían reparado en la obra del otro con interés y sintonía; finalmente el encuentro personal se dio en una muestra.
De esa sostenida continuidad surgió este proyecto, y también muchos otros que aún están en carpeta, porque como suele ocurrir en estos procesos, pareciera que de pronto todas las ideas maduran, cobran forma y proliferan.
En las inconsistencias, apoyarse.
Suena como una máxima, un buen consejo. Apoyarse en algo, en alguien, ante la «carencia de solidez o firmeza».
En el plano del pensamiento, reflexionar con alguien quizás ayude a no abandonar ciertas ideas, incluso solo ocurrencias que se descartan de antemano por percibirlas inconsistentes. En esos momentos el apoyo mutuo puede dar una oportunidad a que lo intuitivo salga a la luz y se despliegue, sin prejuzgar.
La inconsistencia, es así medida por su falta, por su debilidad.
En las tres instalaciones que conforman la muestra, Poliedros de Patricio Escobedo, Gofrados de Romina Garrido y Carbónicos —realizada en conjunto por ambos—, la inconsistencia ha sido tomada por los artistas como categoría material, corrida de calificativos negativos y convertida en eje fundamental de sus indagaciones.
Las tres obras exploran la condición material del papel y su comportamiento ante determinados tratamientos y manipulaciones que lo llevan a otros estados, y a situaciones que desafían su estructura.
Aparecen la inestabilidad y la fragilidad como nuevas variables sobre las cuales accionar. Surgen cuestiones a resolver relacionadas a la física —peso, caída, gravedad—, que requieren por parte de los autores realizar mensuras, cálculos, evaluar niveles de resistencias, ensayar sistemas de sostenes, inventar accesorios.
Toda esta experimentación —a la vez racional, obsesiva, sensible—, implicó sumergirse en la espesura del material y avivar cualidades ocultas. Tangencialmente también cita a la transmutación, al estado efímero de las cosas que nunca permanecen inalterables.
Poliedros designa un paisaje geométrico compuesto por una serie de esculturas de papel. El artista recurre al plegado para construir estos cuerpos abiertos y facetados que interactúan con la luz mientras dejan ver la cara y contracara del material elegido; como planos de ambientes interiores o de superficies externas.
La disposición grupal remeda una suerte de maqueta habitada por carpas o pseudoviviendas que se erigen sólidas y firmes en el espacio, gracias a la ayuda de un suplemento. Una fina varillita de madera funciona a modo de tutor para cada figura, si bien todo luce estable. Las estructuras se muestran fuertes, aunque la presencia de este accesorio señala la necesidad de asegurar, de apuntalar un equilibrio que se intuye precario.
Gofrados, alude a un procedimiento de grabado para imprimir relieves. En este caso, la artista lo aplica solo en los primeros pasos: humedece los pliegos de papel para copiar los motivos de una chapa industrial; pero luego los cuelga para el secado, en una posición que subvierte la práctica tradicional.
Diseñados como soportes expositivos, unos brazos de aluminio amurados a la pared, fueron previamente sostén para que los papeles, ni bien salidos de la prensa, drenasen desde allí el excedente de líquido.
En ese proceso la materia se fue transformando y fue cobrando una apariencia textil. La obra refuerza en diversos niveles esa similitud, comenzando por el aspecto blando de las formas adquiridas, que además dejan ver el derecho y el revés de la trama; pasando por la elección de la chapa calada con su patrón uniforme de estampado geométrico; hasta el montaje —con esos papeles-paños colgantes en ganchos— que se presenta casi como una escena doméstica.
Carbónicos es una invitación a apreciar la plenitud del negro absoluto en sus dos superficies: la opacidad de lo mate extremo y lo brillante casi espejado. No hay ninguna acción particular ejercida sobre los papeles, más que el ajuste de la ubicación exacta en la pared, para que en su caída natural, todos adquieran el mismo formato volumétrico. La trama que así se genera da cuerpo a este bajorrelieve de escala mural. Frágil, delicada, la dimensión háptica de esta pieza es sumamente limitada; cualquier contacto la afecta, hasta el roce con una mínima brisa.
Las tres piezas se intensifican unas a otras en sus proposiciones.
Todas refieren al plano como ilusión, a la expansión del espacio, al desdibujamiento de los límites entre bi y tridimensionalidad. Las tres exponen el carácter cambiante del hecho perceptivo.
Eladia Acevedo, 2025.